Marrakech – donde el regateo es un arte
Marrakech no es solo una de las ciudades más emblemáticas de Marruecos, también es una de las cuatro ciudades imperiales del país, junto a Fez, Rabat y Meknes. Su nombre proviene de las palabras bereberes amur (n) akuch, que significan “Tierra de Dios”, una expresión que refleja la profundidad cultural y espiritual de esta ciudad milenaria.
Asimismo, también se le conoce como “la Ciudad de los Cuatro Colores”. Cada tono representa un aspecto esencial de su identidad: el rojo de sus casas y su tierra, el verde de las tejas y las palmeras, el blanco de las nieves del Atlas y el azul del cielo. Todos estos colores se funden con el bullicio de los zocos, creando una atmósfera vibrante.
Los zocos y vida
El corazón de Marrakech late dentro de su Medina, donde se encuentra el mercado principal de la ciudad. El epicentro de toda esta actividad es la Plaza de Jemaa el Fna, un lugar que, desde el primer momento, impacta por su energía.
Durante el día uno se puede encontrar de todo, literalmente de todo, desde bailarines , acróbatas, encantadores de serpientes, músicos, faquires y animales salvajes. Pero el mayor espectáculo se produce por la noche, cuando esta plaza se convierte en un auténtico restaurante al aire libre con cientos de diferentes puestos de comida. Un frenético lugar lleno de vida.
Más allá de la plaza, se despliegan los zocos, una red de calles laberínticas donde se desarrolla buena parte de la vida cotidiana de la ciudad. La palabra zoco, que viene del árabe suq, significa mercado, girando en actividades de compraventa, pero es mucho más que eso: es también un espacio de encuentro, de intercambio y de tradición. Los zocos se distribuyen en función al tipo de producto que se vende, y están organizados por gremios o profesiones artesanales.
El zoco de Marrakech, con más de ocho siglos de historia, siempre ha funcionado según los diferentes gremios. Actualmente hay más de 2.600 artesanos organizados en unas 40 corporaciones. Cada calle está dedicada a un oficio: desde curtidores y herreros hasta tintoreros, alfareros o maestros del cuero y las especias.
El arte de regatear
Si vas a adentrarte en los zocos y la Medina de Marrakech, hay una habilidad que tendrás que aprender sí o sí: el regateo. Aquí no existen los precios fijos y, mucho menos, los carteles.
La regla básica es clara: nunca des el primer precio. Deja que el vendedor te diga el suyo y, a partir de ahí, divídelo entre dos o incluso entre tres. Lo habitual es que se haga un tira y afloja. No se trata de engañar a nadie, sino de encontrar ese punto medio que deje satisfechos a los dos.
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En este viaje sentiremos la energía de Jemaa el-Fna, y nos perderemos entre sus zocos. Pero eso no es todo, también montaremos en dromedario por el desierto de Agafay al atardecer, caminaremos entre pueblos bereberes en el Alto Atlas y visitaremos las impresionantes cascadas de Ouzoud.
Todo acompañado por guías locales, buena comida y el mejor ambiente.
¿Te vienes?
READ MOREMarrakech: un viaje al corazón de Marruecos
Conocida como la cuarta ciudad más grande de Marruecos, Marrakech deslumbra con su Medina, el bullicioso Jemaa el-Fna —Patrimonio de la Humanidad— y la armonía perfecta entre lo antiguo y lo moderno, todo bajo la mirada imponente del Alto Atlas.
La Ciudad Roja
Marrakech, es uno de los destinos que despiertan todos los sentidos desde el primer momento. Apodado como la Ciudad Roja, debido al color ocre rojizo de sus edificios que se armoniza con los tonos cálidos de la tierra que la rodea.
La ciudad se divide en dos mundos que se complementan. Por un lado, está la Medina, la ciudad antigua, donde cada rincón parece sacado de un cuento de Las mil y una noches; callejones estrechos, riads escondidos y zocos que parecen laberintos. Por el otro, Gueliz, la ciudad nueva, ofrece un lado más moderno y cosmopolita.
En el corazón de la ciudad se encuentra el famosísimo Jemaa el-Fna, un hervidero de vida y actividad que se ha convertido en el verdadero corazón de Marrakech. Declarado Patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, en 2001. Este lugar es un espectáculo constante: entre aromas de especias y comida callejera, se mezclan encantadores de serpientes, narradores de historias, músicos y bailarines tradicionales.
Y como telón de fondo, las imponentes montañas del Alto Atlas observan en silencio esta mágica ciudad.

Desierto de Agafay
A tan solo unos 30 km de Marrakech, el paisaje cambia por completo.
Es donde se encuentra Agafay que aunque muchos lo llaman «desierto», en realidad no lo es en el sentido estricto. Más bien, se trata de un terreno yermo de colinas de tierra compacta, árido y rocoso, que ha sido bautizado por algunos como el Marrakchi.
También es conocido como el “desierto de piedra”, ya que sus mesetas y colinas, que no dunas, se mezclan con la arena.
Cascadas de Ouzoud
A unas pocas horas de Marrakech se encuentra uno de los rincones naturales más espectaculares de Marruecos: las Cascadas de Ouzoud.
Rodeadas de bosques de olivos y acantilados de piedra rojiza, este oasis sorprende en medio de un paisaje árido. Con una caída escalonada de unos 110 metros de altura repartida en siete niveles, estas cascadas no solo son las más altas del país, sino también unas de las más bellas.
Según la tradición local, las cascadas se formaron por las lágrimas de una mujer bereber que lloraba la pérdida de su hijo, lo que añade un aura mística al lugar. Por otro lado, el nombre «Ouzoud» significa molinos en bereber, en referencia a los antiguos molinos de agua que solían operar en la zona.
Aunque la parte baja está bastante desarrollada con restaurantes, alojamientos y tiendas, el entorno sigue conservando gran parte de su autenticidad. Desde el pueblo, un sendero junto al río Ourika te lleva por una ruta de más de 500 escalones hasta la base de las cascadas. El esfuerzo tiene su recompensa: una piscina natural donde darse un baño, eso sí, en aguas sorprendentemente frías, alimentadas por el deshielo de las montañas del Alto Atlas. Su característico color marrón claro no indica suciedad, sino la presencia de partículas de arcilla.
Y como si el paisaje no fuera suficiente, los monos de Berbería también hacen acto de presencia. Estos pequeños primates de pelaje pardo amarillento no es raro verlos acercarse a los visitantes, siempre atentos por si cae algo de comida.
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En este viaje exploraremos la vibrante plaza Jamaa el-Fna, pasearemos en dromedario por el desierto de Agafay en el atardecer, haremos senderismo entre los pueblos bereberes del Alto Atlas y visitaremos las impresionantes cascadas de Ouzoud.
Todo ello acompañado por guías locales, buena comida y el mejor ambiente
¡Te esperamos!
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