Conocida como la cuarta ciudad más grande de Marruecos, Marrakech deslumbra con su Medina, el bullicioso Jemaa el-Fna —Patrimonio de la Humanidad— y la armonía perfecta entre lo antiguo y lo moderno, todo bajo la mirada imponente del Alto Atlas.
La Ciudad Roja
Marrakech, es uno de los destinos que despiertan todos los sentidos desde el primer momento. Apodado como la Ciudad Roja, debido al color ocre rojizo de sus edificios que se armoniza con los tonos cálidos de la tierra que la rodea.
La ciudad se divide en dos mundos que se complementan. Por un lado, está la Medina, la ciudad antigua, donde cada rincón parece sacado de un cuento de Las mil y una noches; callejones estrechos, riads escondidos y zocos que parecen laberintos. Por el otro, Gueliz, la ciudad nueva, ofrece un lado más moderno y cosmopolita.
En el corazón de la ciudad se encuentra el famosísimo Jemaa el-Fna, un hervidero de vida y actividad que se ha convertido en el verdadero corazón de Marrakech. Declarado Patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, en 2001. Este lugar es un espectáculo constante: entre aromas de especias y comida callejera, se mezclan encantadores de serpientes, narradores de historias, músicos y bailarines tradicionales.
Y como telón de fondo, las imponentes montañas del Alto Atlas observan en silencio esta mágica ciudad.

Desierto de Agafay
A tan solo unos 30 km de Marrakech, el paisaje cambia por completo.
Es donde se encuentra Agafay que aunque muchos lo llaman «desierto», en realidad no lo es en el sentido estricto. Más bien, se trata de un terreno yermo de colinas de tierra compacta, árido y rocoso, que ha sido bautizado por algunos como el Marrakchi.
También es conocido como el “desierto de piedra”, ya que sus mesetas y colinas, que no dunas, se mezclan con la arena.
Cascadas de Ouzoud
A unas pocas horas de Marrakech se encuentra uno de los rincones naturales más espectaculares de Marruecos: las Cascadas de Ouzoud.
Rodeadas de bosques de olivos y acantilados de piedra rojiza, este oasis sorprende en medio de un paisaje árido. Con una caída escalonada de unos 110 metros de altura repartida en siete niveles, estas cascadas no solo son las más altas del país, sino también unas de las más bellas.
Según la tradición local, las cascadas se formaron por las lágrimas de una mujer bereber que lloraba la pérdida de su hijo, lo que añade un aura mística al lugar. Por otro lado, el nombre «Ouzoud» significa molinos en bereber, en referencia a los antiguos molinos de agua que solían operar en la zona.
Aunque la parte baja está bastante desarrollada con restaurantes, alojamientos y tiendas, el entorno sigue conservando gran parte de su autenticidad. Desde el pueblo, un sendero junto al río Ourika te lleva por una ruta de más de 500 escalones hasta la base de las cascadas. El esfuerzo tiene su recompensa: una piscina natural donde darse un baño, eso sí, en aguas sorprendentemente frías, alimentadas por el deshielo de las montañas del Alto Atlas. Su característico color marrón claro no indica suciedad, sino la presencia de partículas de arcilla.
Y como si el paisaje no fuera suficiente, los monos de Berbería también hacen acto de presencia. Estos pequeños primates de pelaje pardo amarillento no es raro verlos acercarse a los visitantes, siempre atentos por si cae algo de comida.
Escapada a Marruecos sur con Volta Montana
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En este viaje exploraremos la vibrante plaza Jamaa el-Fna, pasearemos en dromedario por el desierto de Agafay en el atardecer, haremos senderismo entre los pueblos bereberes del Alto Atlas y visitaremos las impresionantes cascadas de Ouzoud.
Todo ello acompañado por guías locales, buena comida y el mejor ambiente
¡Te esperamos!
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